«El viejo y el mar», de Ernest Hemingway
A veces siento que esta novela es tan admirada como incomprendida, o, si acaso, que levanta tantas pasiones como lecturas casi insípidas.
A mí me atrapó y disfruté de y con ella como un crío.
Se narra la historia de un viejo pescador cubano que pasa por una larga y mala racha, hasta que llega su día y tiene que librar una batalla de tú a tú con un gran pez. Saldrán a flote la garra del viejo, su experiencia, su tesón y sus pensamientos.
El desenlace de la batalla, con nuestro pescador llegando a tierra, parece verse truncado; aunque, según como se mire, puede no ser tal. No lo considero un fracaso en sí del hombre, creo que no. Es un final que encierra algo más y del que cada lector puede sacar su propio partido.
Podemos adivinar mientras leemos ciertos simbolismos, ciertas enseñanzas, ciertas imágenes de vida que nos meterán en la lectura con pasmosa facilidad.
La narración de Hemingway es sencilla (que no simple) y de una fuerza terrible.
Hace gala de un arrojo que muy pocos son capaces de plasmar.
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