miércoles, 17 de abril de 2013

«Cementerio de las naranjas amargas», de Josef Winkler


Cementerio de las naranjas amargas, de Josef Winkler




Este libro es horroroso. No porque esté mal escrito, no; es horroroso por la temática y la mezcla explosiva que Winkler hace aquí. 

Narra escenas planteadas en el sur de Italia que, casi con seguridad, no dejarán indiferente a nadie. Muertes, entierros, sexualidad (más bien, homosexualidad), religión, "locura", infancia. Un conjunto con el que se nos muestran relatos más o menos aislados pero con una clara conexión entre ellos, basada en esos elementos ya dichos, en un hilo que parece ir uniéndolo todo en base al horror y la desazón. En ellos, más que la narrativa en sí, se atrapa el ambiente desolado y trágico de las situaciones; situaciones donde no sólo hay muerte, sino muerte con ese "algo" que, decía, no deja indiferente a nadie, o a casi nadie. Se hace todo un conjunto desgarrador. 

Creo que, por momentos, no se sabe si estamos ante un fanático de la religión o todo lo contrario.

A lo largo de todo el libro se va desprendiendo el juego de Winkler con la muerte, parece que ama a la muerte, vive de la muerte, escribe con, de y para la muerte.

Confieso: no fui capaz de leérmelo del tirón. Mientas leía éste pasaron otros por el camino y así se me fue haciendo más llevadero. Creo que hasta viene bien que sea así, pues la estructura del libro lo permite y casi invita a ello. 

Entre todos esos retazos así ambientados, hay unas narraciones más largas en primera persona. Tampoco se busca ahí un argumento bien unido; más bien, de nuevo, el crear ese ambiente inquieto y avasallador, aunque sí hay más profundidad y visión a otras cosas. Siempre, claro, sin salirse de lo suyo.

Dibujo con mis palabras una jaula en torno al horror, hasta que llega el siguiente horror y quiere despedazarme. Antes de que pueda lanzarse a mi garganta para darme un mordisco mortal, le arrojo la red de mi lenguaje. Sin embargo, si el horror es más rápido que mi lenguaje, durante un tiempo estoy totalmente paralizado, hasta que me escapo y, escondiéndome de todo el mundo, tejo una nueva red de lenguaje, que echaré sobre la cabeza del horror en la próxima oportunidad.

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