domingo, 14 de febrero de 2016

«Respiración artificial», de Ricardo Piglia



   ¿Cómo podía ser que nadie comprendiera?, se había preguntado Tardewski. ¿O sólo leemos lo que ya hemos leído, una y otra vez, para buscar en las palabras lo que sabemos que está en ellas, sin que sorpresa alguna pueda variar el sentido? Eso se preguntaba, dijo Tardewski, a medida que avanzaba en la certidumbre de su descubrimiento.


   Piglia lleva a cabo en Respiración artificial a la vez la reconstrucción de una historia familiar y la conformación de una novela, la puesta en marcha de todo un mecanismo literario —quizá incluso una teoría literaria con todas las de la ley— y la exposición del convencimiento de la imposibilidad de la escritura, la necesidad de la búsqueda y el vacío que envuelve o en el que se sumen ciertos elementos, claves de la trama. Así que esta novela da vida, en un mismo entramado, a pensamientos e ilusiones, a firmes planteamientos filosóficos y a meras (y necesarias) conjeturas, y, sobre todo, a ese terreno, atractivo y ambiguo, en el que realidad y ficción o vida y literatura son —no podía ser, al fin, de otra forma una sola cosa, llevada casi hasta sus últimas consecuencias. Casi porque la novela podría continuar, las pesquisas podrían seguir sucediéndose, las ideas podrían seguir llenando la historia, los escritores podrían seguir escribiendo si fuera posible escribir o si hubiera algo sobre lo que escribir.

   La correspondencia entre Emilio Renzi y su tío Maggi nos pone ya sobre la pista del juego de misivas —del tanteo irremediablemente anacrónico que no podremos obviar en el transcurso de la novela, de un discurso que se erige así, a base de retazos, de memorias y de diversas conexiones. Estamos ya en el marco de la combinación de tiempos y testimonios e identidades y en ese plano teórico sobre el que se deslizan cuestiones aparentemente secundarias o especulativas que, sin embargo, inciden —sea como sea, misteriosa y decisivamente— en el decurso del conjunto.

   Piglia ejerce una forma de reconstrucción de la historia que apunta a la reconstrucción de la Historia: es una suerte de complejo en el que unos elementos completan a otros y estos a aquellos para apuntar a algo más grande, una disposición múltiple y relacional en la que el desarrollo de ciertas ideas podría llevar no sólo a la reconstrucción del relato personal, bien delimitado, sino al del relato general, al relato de la Historia. Y esto como esencia o como parodia, como documento verídico o como ficción, como certeza o como graciosa posibilidad, como descubrimiento o como hipótesis. Así se construye esta literatura o la literatura, que guarda, ella misma, una especie de oposición a abrirse por completo, como si hallara en esas resistencia su mejor vía de desarrollo.

   Ricardo Piglia goza de una capacidad literaria descomunal. Respiración artificial es algo más que una novela y algo más que una serie de nociones bien engarzadas. Es un cuadro magnífico, una genial proyección de la literatura que más cerca está de nosotros. Piglia sabe reconocerla y contribuir a ella de manera original y compleja, con un talento maravilloso.


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