jueves, 13 de marzo de 2014

«La metamorfosis», de Franz Kafka



   Soy un bicho y no quepo en mí mismo, menos aún en mi habitación, y la extrañeza y extranjería me sobrevienen sin concesiones. Los días se repiten y engordan, se acumulan, van a colapsar. Los objetivos se truncan, en el marco que he hecho con mis propias manos no puedo colocar la fotografía de nadie, nadie me mira desde él. Ahora soy un producto; no, antes ya lo era, ahora me doy cuenta, pero hay salida, tiene que haberla. Las miradas han cambiado de tono. La música se ha alterado. Voy dejando de ser yo para ser ese algo que me atosiga. Los afectos externos han cruzado como flechas el espacio enrarecido, esparcido, barrido, tenso, a punto de romperse y hacer crack, y se han ido con él. El techo me va a aplastar, ni siquiera me sirve de base. El sofá me oprime, me he transformado y el impacto no es siquiera el que debería, el nivel de asombro se ve alarmantemente disminuido. La reacción fue del todo nimia, puede que grotesca. Tengo que levantarme, tengo que ir trabajar, invaden mi territorio, he perdido una parte de mí o puede que sólo haya descubierto que ya antes la perdí, no lo sé, no lo sé. El ritmo es pausado pero vertiginoso y todo parece estar abocado al mismo fin. No hay que demostrar nada, la prueba es inútil. 
   Y al final, como un disparo sordo ―como culminación de esa multiplicidad de disparos en que puede disparar la historia― , como un rayo que pasara desapercibido justo al borde del alba, llega la salvación. Estrujando los sesos, aplacando el agobio, eliminando el repiqueteo que hasta ahora se escuchaba, aunque ahora no se sepa muy bien si el silencio es tranquilizador o si perturba aún más que el repiqueteo. Pero la magia ya ha entrado en juego.

   Bueno. Líos mentales aparte, aunque la obra es algo áspera o pueda llegar a serlo, todos los recovecos que hay por los que uno puede introducirse y escarbar dejan una libertad asombrosa, una forma de que cada lector sufra su metamorfosis y se mire las palmas de las manos y las piernas y se palpe la cara para ver si sigue siendo uno mismo, y quizá aún así no acabe de estar muy seguro, pero habrá disfrutado, a su manera, con Gregorio Samsa y esos disparos adyacentes.


3 comentarios:

  1. Creo que es el primer libro que reseñas que ya leí. No es que me acuerde mucho de todos modos, fue de esas lecturas obligatorias de escuela. Pero en fin... recuerdo que no me gustó, pero tal vez deba leerlo ahora de nuevo.
    Finjamos que tengo mente de adulto ya xDDD

    Besos, cero spoiler eh! Totalmente ;)

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  2. Pd: Por cierto, ¿podes cambiar este sistema de comentarios? No resulta práctico para la gente que pasa a echar un ojo. Tener que entrar otra página para molestar... mmm no sé, ¿no te chirría?
    En fin, viste fue con posdata. Adieu!

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  3. No sé si puedo, las tecnologías del demonio me abruman. Luego te molesto y me dices cómo. Y vemos también si eres humana o insecto transformado, eh, no sé.

    Besote gordo.

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