domingo, 29 de septiembre de 2013

«Dublinesca», de Enrique Vila-Matas

                                        «Dublinesca», de Enrique Vila-Matas



Pertenece a la cada vez ya más rara estirpe de los editores cultos, literarios. Y asiste todos los días conmovido al espectáculo de ver cómo la rama noble de su oficio —editores que todavía leen y a los que les ha atraído siempre la literatura— se va extinguiendo sigilosamente a comienzos de este siglo.

Así arranca esta formidable novela. Riba, editor retirado, antes alcohólico y ahora abstemio, de algún modo frustrado, hikikomori, enclaustrado, sesentón que guarda ciertos vestigios del chico que un día fue —esa relación con sus padres aún se mantiene, aún les debe un periódico informe de sus quehaceres, de sus idas y venidas, de sus planes—, se ve, ahora, sin apoyos y sin esa luz que antes le guiaba. Ya no asiste a congresos, no tiene escritores ansiosos tras él, no puede seguir engrosando ese selecto y personal catálogo, y, además, el ocaso de la Galaxia Gutenberg está demasiado cerca.
Riba —personaje más que persona— tiende a leer su vida como un texto literario. La literatura cobra vida, es real, no tanto ficción, o quizá la realidad sea ficción, y él se guía por sus lecturas y observaciones propias del lector audaz que ha sido siempre.
Necesita celebrar un funeral por esa era Gutenberg que llega a su fin, casi inevitablemente; necesita ir a Dublín, celebrar el Bloomsday, recrear el punto central del Ulysses de Joyce; ofrecer, al fin, un funeral literario por esa era que tuvo en su seno a los más grandes escritores con Joyce como cúspide y que ahora está acabada. Ya no quedan genios.
Para ese viaje iniciático va a contar con unos amigos escritores que presenciarán con él el ritual, que le acompañarán en Dublín mientras Riba le da vueltas a esa búsqueda del genio escritor que buscó y nunca encontró, que nunca pudo editar.
En Dublín tendrá lugar la consumación de aquel sueño premonitorio que tuvo sobre su recaída con el alcohol, temerá por la prevista reacción de Celia, por su futuro acabado, pensará en Joyce y en Beckett y en la sombra de Spider y en Dublín y en Nueva York como su centro del mundo y en sus padres y en este viaje que puede que acabe sin acabar.
La narración en torno a Riba es adictiva, y uno —no sé si hago esta observación más generalizada de la cuenta— se familiariza con el personaje pronto, fácilmente, lo compadece, pocas veces lo juzga, también se divierte con él y se sume en ese viaje mental que se crea en torno a él, al mundo cíclico que necesita un funeral tras otro, a su mundo.

Bueno, estoy empezando a leer a Vila-Matas (error no haberlo hecho antes) y sospecho que pronto asaltaré buena parte de su obra, si no toda. Es un escritor fresquísimo, de una solidez notable, con una buena carga de referencias y de esa ¿metaliteratura? que a algunos tantos nos gusta; un estilo fluidísimo y diestro, sin dudas. Tremedamente recomendable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario