Volver a Benedetti siempre resulta un soplo de aire fresco, bajar la guardia y dejar que el uruguayo proceda sin grandes impedimentos, porque siempre lo logra, y muy pocas veces uno lo ve flaquear. Si en narrativa y en poesía resulta genial, con relatos cortos no baja el nivel. Él crea, o quizá recrea una matizada realidad a base de habilidosas y extensas imágenes donde es el lector (al menos en parte) quien pone el techo, quien pone el límite a la profundidad de esa poderosa narrativa.
Sumido en ese afán que tengo a veces de descubrir al escritor detrás de su escrito, no puedo evitar señalar algunas cosas, y así, por ejemplo, en el relato Musak, leemos: Yo me manejo con metáforas. No pongo el hecho escueto, sino la imagen sugeridora. Te doy un ejemplo. Si un tipo le da a otro cinco puñaladas, yo no escribo como cualquier cronista sin vuelo: «El sujeto le propinó cinco puñaladas». Eso es demasiado fácil. Yo escribo: «Aquel prójimo le abrió tres surcos de sangre». ¿Captas la diferencia? No sólo le añado belleza descriptiva sino que además le rebajo dos puñaladas, porque, paradójicamente, así queda más dramático, más humano. Un tipo que da cinco puñaladas es un sádico, un monstruo, pero uno que sólo asesta tres es alguien que tiene un límite, es alguien que siente el aguijón de la conciencia.
Pues algo así, salvando las distancias. Y además da gusto verlo moverse en casi cualquier ámbito, en casi cualquier contexto, y que todos ellos pueda hacerlos suyos. Tenemos la muerte vista en clave humorística, si acaso resignada o como sable que vuela y que se sabe que, inevitablemente, caerá (qué emoción). La tenemos como ciclo. Tenemos (re)encuentro, relatos que parecen perderse pero que sólo giran para volver a su inicio o a un inicio renovado y probablemente irrecuperable, conciencias cruzadas y a veces olvidadas. Y el tiempo. El tiempo que pasa sin importar nada ni nadie más, pero que a veces incluso ofrece una prórroga.
En fin. Si en las novelas Benedetti parece atenerse de alguna manera a la realidad, escribiendo relatos cortos se permite licencias que incluso podrían considerarse de tipo fantástico o de ensueño, como si se viera atrapado él mismo en otra dimensión. Y esto, combinado con su maestría a la hora de expresar, resulta altamente curioso. Aquí (como en El porvenir de mi pasado), además de recrear o descubrir, se atreve a inventar. Y le sale muy bien.
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