Con una trama típica de novela negra se nos va ofreciendo un trasfondo que, en una lectura algo más lejana, podamos apreciar como más rico y profundo.
Aunque es cierto que pueda quedar, al final, más relegado de lo que quizá sería deseable, casi por encima del juego del crimen y de las investigaciones se eleva el conflicto interno entre apariencia y realidad, entre lo que uno quiere ser y lo que efectivamente es, entre el amor y el odio y entre la envidia o admiración que surge en esas relaciones. De forma que al final, el hasta cierto punto ingenioso giro (cosa que hace que la novela no sea una más, que le da cierta relevancia a la historia) nos hace estar delante de una metanovela, de una metaescritura que se va urdiendo con un ojo puesto ya en su desenlace.
Manolo G. Urbina y su amigo Luis Mary son amigos de juventud; ambos quieren ser escritores, o quizá sólo escribir, discuten. El uno concibe al otro como un personaje de novela, el otro considera al primero demasiado común para ser algo de todo eso. Y además, se apellida García. G., firma Manolo en sus artículos periodísticos.
A partir de un encuentro más o menos fortuito, Manolo se ve inmerso en alguna investigación que su amigo trama, aunque todo se verá sacudido muy pronto cuando encuentren colgado a Luis Mary. El primero, entonces, se dedicará a investigar lo que él considera más asesinato que suicidio mientras se van cruzando diversos contactos, antiguas novias, dinero, una viuda indiferente, algunas reflexiones lanzadas casi inocentemente.
En fin, supongo que la mera trama superficial no tiene ninguna relevancia, podría pasar por otra de tantas novelas negras; toda esa trama me llamaría bien poco la atención si no fuera por la otra parte, por ese conflicto lleno de conflictos del que se nutre la historia. Me hubiera gustado más, sí, que el peso de ese otro asunto, de esa metaescritura que comentaba, tuviera más presencia, pero no está mal. Puede pasarse por alto que con unas pocas páginas le dé la vuelta a todo, porque otros elementos anteriores adquieren entonces otro enfoque. Ese es, me parece, el interés de la novela. El asunto policíaco no deja de ser una excusa.
Los diálogos son ágiles, rápidos; hay numerosos toques cómplices, irónicos, ingeniosos; todo es vivo, palpable; el protagonista se va haciendo nuestro, tanto que al final hasta lo compadecemos y le damos un cierto perdón condescendiente.Tomando la novela por lo que es, se pasa un buen rato.
Tenes una inclinación rara por meterte a leer este tipo de textos, ¿eh?
ResponderEliminarBueno, suena interesante... aunque conociendo el trasfondo de esta reseña, voy a desconfiar un poco de tu objetividad.
Es broma xDD
Besos ^^
¡Fíate, fíate!
ResponderEliminarUno hace lo que puede, ya sabes.
Besotes para ti.
Yo pillé 'Lo que sé de los enanos' de Millás, y aunque tiene su gracia, no es un escrito que en general me llame la atención, lo que desconocía era su carácter polifacético. Veo que eres un lector voraz, seguiré por aquí tus reseñas.
ResponderEliminarSaludos!