Las cosas notables, grandes, el acontecimiento impactante, aquello que es noticia, es lo que parece dar forma a este mundo. Pero no. Realmente son las cosas pequeñas, lo diminuto, y quizá ni eso; no es que sean cosas pequeñas, sino cosas que pasan desapercibidas. Es ese rumor que siempre está ahí, esa nota olvidada, esa descripción que nunca llega a hacerse por ser demasiado obvia, esa observación que tampoco llega a realizarse porque no la vemos. Sin embargo, son ellas las que sustentan otras mayores, sin que esas tengan que ser más importantes. Pero no se trata aquí, o no del todo, de ese sentido artístico y algo manido de simplemente disfrutar de pequeños detalles. Perec radiografía su entorno, eleva las cosas triviales, proyecta una aguda e inteligentísima mirada a lo infraordinario, y, al captarlo, lo despedaza y lo analiza, ofreciendo un grado de conocimiento y de detalle memorable. De esta forma iniciamos el despegue paseando por la rue Vilin y la vamos conociendo a lo largo del tiempo, vemos las huellas indelebles que sus habitantes y lo ocurrido han ido dejando sobre ella; nos topamos con una serie de notas sin ninguna relevancia, pero con un importante calado; paseamos por Londres mientras éste se hace nada a nuestros pies y cobra encanto al mismo tiempo; leemos el listado de comidas de Perec de todo un año; asistimos al escáner de su lugar de trabajo. Y todo esto hay que vivirlo, haciendo acopio de la capacidad de asombro de la que seamos capaces.
No es que haya que preguntarse acerca de esas cosas comunes, lo que hay que hacer es preguntarle directamente a ellas. Y cuando nos respondan, veremos que viven, sin importar demasiado cuál sea la respuesta.
Uno puede sentirse hasta cierto punto identificado con el autor cuando le ve decir que los cuatro polos de su escritura son el mundo que me rodea, mi propia historia, el lenguaje, la ficción. Pero luego, con todo, el lector se encuentra con que esos elementos, que podrían ser comunes a otros escritores, no lo son, porque Perec los hace absolutamente suyos.
Vamos viendo pinceladas finas —y nada ingenuas— que van armando poco a poco o mucho a mucho un gran cuadro, una gran obra.
Analiza minuciosamente el espacio y lo que se da en ese espacio, deja entrever unas cosas y arroja otras con fuerza, pero, si no estamos atentos, pasaremos sin advertirlas. No será raro pensar que a este tema y a esta forma va ligada una destreza gramatical considerable.
Así, no es ya tan genial este escritor y esta obra por el tema que aborda, sino también por la forma en que lo hace. Muy seguramente, Perec no sería nada sin su forma.
Éste es de esos librillos que hacen a uno olvidarse por un rato de asuntos como estructuras o engranajes internos y centrarse en lo que se nos transmite, en disfrutarlo en condiciones.
NOMINADO http://crossthevoid.wordpress.com/2013/11/09/liebster-awards/
ResponderEliminarBueeeeno. Pero mírala qué bonica ella.
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarSoy Germán, tu compañero de clase, he entrado en tu blog a través de un enlace en el de Gabi.
He estado curiosenado un poco en tus entradas anteriores y he visto que has leido al menos un par de libros de Murakami y al parecer no te han desagradado. Te quería comentar que Laura es muy aficionada y los tiene casi todos (en la edición barata, de bolsillo, pero tienen un tamaño de letra aceptable).
Si te quieres leer alguno más coméntamelo y se lo pido a Laura, que seguro que lo tiene y te lo deja sin problemas.
Seguiré leyéndote, que tienes buen gusto para la literatura.
Nos vemos en clase. :)
Bueeeenas, Germán.
ResponderEliminarMe alegro de leerte y de que te guste este sitio. Pues no te digo que no me interese alguno, quizá te diga algo más adelante. Muchas gracias por ofrecerlo.
Dale un abrazo a Laura de mi parte, y te mando otro a ti.
¡Nos vemos el lunes!