jueves, 7 de abril de 2016

«El adversario», de Emmanuel Carrère



   Ésta es una de esas novelas que logran hurgar en las entrañas de uno y desajustar algún equilibrio preestablecido, casi romperlo. Porque uno se apoya sobre algunos pilares más o menos fundamentales y se encuentra con que la novela perfora, a distintos niveles, sus cimientos, y con que debajo no hay nada. Si acaso el horror.

   Carrère se lanzó, sin tenerlas todas consigo, a novelar un suceso real: en 1993 Jean-Claude Roman mata a su familia y pretende suicidarse. Sale con vida y, cuando el caso es investigado, se descubre la descomunal impostura: Jean-Claude Roman no es, como llevaba aparentando tantos años, médico, ni acabó sus estudios, ni va adonde dice ir, ni hace lo que dice hacer. Pero ese engaño no encubre otra cosa, otra vida. Debajo no hay nada. Todo es impostura. Es una ficción en tanto que ficción misma, una vida así construida, una especie de identidad negativa motivada por no se sabe qué impulso determinante, incontestable.

   Eso es lo que Carrère ha escrito, de alguna forma. Y una vez que el lector ha empezado a curiosear, el proceso parece no poder parar ya hasta llegar al fin. Uno queda atrapado en la narración —más bien obligado, interpelado con cierta violencia— con una intensidad incómoda, como si tuviera que hallar alguna explicación, la pieza que dé sentido a todo el puzzle antes de asumir el mal como gran motor. La cuestión es que eso, a su manera, es real. No sé si cruel o espantoso o incluso incomprensible, pero es real. No cabe el consuelo de pensar que se encuentra más allá de los márgenes, que pasaba algo más.

   Con todo, me temo que la historia no sería nada sin la extraña y brillante narración de Carrère, sobria, lúcida, atendiendo a los hechos, consciente de lo que puede y de lo que no puede contar —de algunas imposibilidades—. Asume su parte de riesgo y avanza en la historia implicándose hasta donde puede y debe hacerlo y manteniendo la distancia oportuna en cada momento. Sin excesos, pero sin dejar nada atrás; un equilibrio prácticamente perfecto.


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