martes, 7 de mayo de 2013

«El árbol de la ciencia», de Pío Baroja


                                         «El árbol de la ciencia», de Pío Baroja



¡Magnífico!

Andrés Hurtado es un joven estudiante madrileño de medicina que dará vida a una serie de escenas, sucesión rápida de hechos, planteamientos personales, filosóficos, vitales, experiencias que irán dando forma a la novela de forma bien articulada. Al comienzo se nos presenta a su familia, que, en gran medida, se nos puede antojar como impulsora de la actitud de Andrés frente al mundo y de su carácter (tenemos a un muchacho que va creciendo y madurando siguiendo una línea de casi frustración, de angustia ante la existencia, a ratos melancólico y abstraído, y, de forma más clara conforme va avanzando la novela (con un fuerte golpe al final) de una incertidumbre amarga por la visión del futuro).

Tenemos gran cantidad de personajes —aunque podamos destacar como principales, además del propio Andrés, a su tío Iturrioz, a la joven e interesante Lulú, y si acaso a un par de amigos de carrera de Hurtado, Aracil y Montaner—, un manejo atractivo y envidiable de situaciones críticas y descripciones certeras de la sociedad del tiempo.

Uno de los ejes importantes de la historia queda fijado por la filosofía de Andrés y su visión de la vida, donde influirá, sobre todo, el pesimismo de Schopenhauer. Hacia la mitad de la novela encontramos una conversación de tipo filosófico con su tío que dará mayor sentido y viveza a lo escrito hasta entonces y a lo que vendrá después. Esta parte sobresale sensiblemente de las otras seis, pero no deja al relato cojo o falto de algo más.

Al acabar la carrera Andrés se marcha a Alcolea del Campo a trabajar. En ese pueblo chocará frontalmente con casi todo el pueblo y las situaciones no harán sino radicalizar de alguna manera la posición del protagonista. Más tarde volverá a Madrid a por trabajo, aunque lo tendrá algo más difícil y todo irá llevando inevitablemente a un desenlace que, creo, no podía ser otro; ofrece, en mi opinión, un cierre a la novela bien acabado.

3 comentarios:

  1. Leí este libro hace bastantes años(treinta o más)en una edición de alianza editorial. Sólo recuerdo ahora el pesimismo patológico del protagonista y unas conversaciones muy interesantes -así me lo parecieron entonces- entre éste y su tío Iturrioz (no olvidé este nombre pero sí el del héroe de la novela) que llenaban la parte central de la obra.

    ResponderEliminar
  2. Qué hay, Mariano, me alegro de leerte.
    Efectivamente, esa parte central es interesantísima y ofrece más peso a la historia. Disfruté mucho.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Supe de tu blog por mis sobrinas y lo sigo con mucho interés, Nacho. Ahora que se habla tanto de que lo digital está conformando nuevas estructuras mentales y de que las nuevas generaciones son incapaces de leer dos párrafos seguidos sin darle corriendo al ratón y saltar a otra cosa compulsivamente reconforta el gusto por la literatura pura y dura y sin concesiones. Un abrazo.

    ResponderEliminar